El fin del mundo.


El frio siberiano, que los lobos hayan decidido invadir mi vida, mi vida y mi alma o lo que reste de mi espiritu, tal vez solo he de confiar en lo que parezca, tal vez en lo que aparezca igual consigo mi tan ansiada alineación completa. Pero los lobos, los lobos me aterrorizan, me clavan su mirada y consiguen paralizar todos y cada uno de los músculos de mi cuerpo, me ciegan y me roban mi cordura, o lo que quede de ella, que si se acuerda de mi que alguien le diga que la echo de menos, que el frio es cada vez más intenso, que me cala los huesos, que me ahoga y por mucho que me guste sentirlo a mi alrededor me va robando la vida con cada bocanada, y este es un frio traidor, que intenta colarse en mi intimidad y desnudarme para dejarme vulnerable y robarme mi tendencia a mantenerme ridculamente oculta tras mi escudo de metracrilato, y hacer de mi alguien roto y despojado de su amparo. Lástima que la cosa suela ser una milésima más retorcida, la milésima justa, mi lado más racional, esa que me mantiene los pies en el suelo y me encadena a mi inmoralidad. Al fin y al cabo no sería como soy si no fuera por ese frio que me mantiene despierta, preparada...Quien avisa no es traidor, y yo pienso llevarlo al fin del mundo.

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