La señorita autodestrucción.

En la cama, borracha, quizá contagiada por él, llevaba sincerándome más de veinte minutos, tal vez no era necesario decirle todo aquello, tal vez estaba de más, pero en ese instante me resultaba imposible de reprimir casi como un vómito de palabras, una evasión de mi alma verbalizada, la expresión de lo inexpresable que se convertía en una confianza maldita, en una unión que representaba demasiado para una persona como yo, representaba vencer mi única debilidad y aún no sabía si estaba dispuesta a tanto, de momento me dejaba hacer y él, él mantuvo la boca alejada aunque no tanto la mirada que la sacaba a pasear por mis labios hasta mis pechos sin permiso o pasaporte alguno, no obstante se intuía mi concesión que de reojo me ruborizaba y tornaba la cabeza dejando ver la sonrisa de una niña picara que juega a dejarse apreciar en las distancias más bien cortas.



2 comentarios:

  1. hay en la foto de arriba del todo con las zapatillas el eopardo y esa postura pareces una gitanakah en la feria vendiendo globos y robando carteras
    hahahahahahahahahaha

    pero twequierooooo

    ResponderEliminar