Madrugadas teñidas.
































No son más de las tres, ni tú, ni yo éramos capaces de conciliar el sueño, no podíamos, quizás ni debíamos despedirnos de aquella velada, de aquellos gestos, de una aventura entre cuatro paredes que nos hizo vivir algo más allá de lo que creíamos, una noche que nos ponía a prueba cada segundo que avanzaba y nos dotaba de una compenetración única, una noche donde los complejos no tenían cabida, donde solo estamos tu y yo. donde el aire que respirabamos nos embriagaba de tal modo que nos enloquecía en un movimiento único y perfecto, casi simetrico, casi irreal, desmedido y negro. Como brindar con burbujas que ningún oxigeno sería capaz de destruir, y eso sí, eso sí que es una enorme metáfora.




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